27 octubre 2010

Un reencuentro

María Pascual fue la ilustradora oficial de toda una época en este país.
En los años 60 y 70, ella fue la encargada de poner imágenes a infinidad de libros e historias.

Tenía un estilo con un fuerte punto disney, muy al gusto de la época, pero con un toque personal en el que se adivinaba una gran artista.

Pero para mí, María Pascual es la ilustradora de "La Campana".

Cuando yo estudiaba segundo de la extinta E.G.B., mi profesora, Doña Angelines, decidió que la mejor forma de que sus alumnos nos aprendiéramos las tablas de multiplicar era realizando un concurso.
Una eliminatoria en la que empezamos participando toda la clase y al final sólo quedamos cuatro, después de una dura competición en la que se premiaba la memoria y la rapidez en el cálculo, quedamos dos parejas entre las que se celebraron dos eliminatorias y el ganador de cada una sería obsequiado con un regalo.

Aún recuerdo la alegría que sentí al ver que fui el primer ganador y el berrinche al comprobar que no podía optar al otro premio también, en fin, cosas de críos.

Mi regalo fue "La Campana", un precioso libro en el que María Pascual ilustraba dos historias de Ándersen, la que le da título y "El zapatero y los duendes"
.
Aquel libro supuso mucho para mí y el cogí gran cariño, pese a que el cuento no me gustaba.
Por cosas del destino, el libro desapareció en alguna mudanza o limpieza general.

Lo he recordado mucho, lo he añorado y siempre he deseado volver a tenerlo.
Pues bien, recientemente paseaba por la feria del libro antíguo de Madrid con un amigo y, al ver libros infantiles usados, le conté la historia y él me comentó que tal vez lo pudiera encontrar allí, pero yo deseché esa idea pues pensé que sería demasiada casualidad.

Unos días después, como llevado por algún presagio, volví a la feria y, al pasar junto a una de las casetas, ví gran cantidad de libros de esa época, cogí uno al azar y allí estaba, "La Campana", en perfecto estado y gritandome que me lo llevara.

Y de este modo el libro que tanto añoré ha vuelto a mi. No es el ejemplar que me regaló mi profesora desde luego, pero es el mismo libro, y eso me ha hecho feliz igualmente.
Ahora lo comparto con vosotros, porque esas cosas no se las puede guardar uno para sí.

12 octubre 2010

Mitología suburbana.

Hay en el metro algo de gran epopeya griega, con su carácter de viaje iniciático interminable sembrado de retos y pruebas, y hay en cada viajero una parte de aquellos grandes héroes.
Hay Orfeos que descienden al infierno diario y vuelven a salir, ascendiendo por interminables escaleras, sin mirar atrás, nunca, porque nada dejan tras de sí.
Hay Sísifos condenados a realizar la misma tarea infructuosa día tras día que se iniciará de nuevo al día siguiente, como si nunca hubiera sucedido, como si no fuera a suceder de nuevo otro día más. Hay en cada uno algo de Ulises en un viaje continuo hacia una Ítaca desconocida, condenados a retrasar la llegada en cada parada, en cada encuentro con Circes, Cíclopes, Calypsos y Lestrígonos que les abordan en cada nueva estación.
Hay vigilantes acompañados de enormes cancerberos que cuidan por que nadie olvide las monedas que les permiten ser transportados por Carontes sombríos en forma de conductores.
Hay en cada tren algo de Hidra de múltiples cabezas y hay dentro de cada tunel una sirena que entona un canto en forma de ruido mecánico que se repite en un contínuo crescendo y que atrae a los pasajeros hacia el andén irremisiblemente según se va haciendo más fuerte.
Hay dioses y héroes, humanos y centauros, ninfas y sátiros, musas y arpías, cíclopes y lamias, greas y gorgonas, hombres y mujeres.

Y yo, que en una torpe emulación de los grandes maestros que tanto se sirvieron de los clásicos, los dibujo, retrato su mitología suburbana en mi cuaderno de bocetos. Los inmortalizo en una hoja de papel mientras ellos ignoran que el que está delante enfrentándose al vaivén del vagón con un lápiz en la mano, dibujando con la urgencia y la celeridad que el metro impone, en realidad está capturando su grandeza, en un intento tal vez presuntuoso de convertirles en nuevos héroes inmortales.
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