03 febrero 2011

Xaudaró, el señor del perrito

Un día de hace ya tantos años que ni recuerdo qué edad tenía, mi abuelo, continuando con su costumbre de desprenderse poco a poco de su nutrida biblioteca dejándola en mis manos, me entregó un volumen que conservaba desde su juventud.
Era un libro viejo, casi desencuadernado, en cuya portada sólo aparecía una palabra escrita en rojo Xaudaró.
Me lo entregó, según me dijo, porque sabía que me gustaban los dibujantes, y ese libro era una recopilación de viñetas de alguién muy conocido para él pero desconocido para mí.
Reconozco que no me gustó mucho al principio, no entendí esa forma de hacer humor, tan alejada de mi época, de mis influencias de la editorial Bruguera y similares, no entendí por qué no usaba bocadillos sino textos al pie ni por qué hablaba de esos temas tan alejados de mi realidad. Fue al cabo de varios años y de muchas relecturas cuando empecé a entender el humor que aquél libro contenía.
Joaquin Xaudaró nació en Filipinas cuando el 17 de agosto de 1872 y fue uno de los humoristas y caricaturistas más celebres entre sus coetaneos. Sus viñetas, que hablaban de la sociedad de la época, de la diferencia de clases, de la tecnología que estaba marcando el ritmo del cambio de siglo, se caracterizaban por un dibujo elegante, limpio y claro.
Xaudaró capturó su porción de siglo, y la encerró en aquellos chistes inocentes, sin maldad, castos y puros que se leían con una sonrisa en los labios y en la mente, disfrutando de su bondad gráfica y de su anecdotario delicioso.
Entre sus dibujos se movían los señoritos y las chachas, las señoras orondas y los niños esqueléticos de familias pobres, los turistas que acudían a la costa a tomar baños de mar y los náufragos rodeados de tiburones, el doctor Voronoff (Pionero de los transplantes) y las flappers descocadas. Pero había un elemento que se repetía en casi todas sus viñetas y que lo distinguía entre los demás dibujantes, un perrito delgado de orejas puntiagudas, tal vez un chiguagua, que como pasando por allí contemplaba las escenas con los ojos muy abiertos y una cierta sonrisa en su boca.
Ahora, un reflujo de la memoria me ha devuelto a Xaudaró, al libro que me regaló mi abuelo y al perrito que estaba en cada página y me ha apetecido compartirlo aquí, para que no se olvide al genial autor.


Dejo algunas de sus viñetas, seguro que la última os recuerda a la obra de otro dibujante español.


1 comentario:

RuAn dijo...

jejejejeje, me encantan estos humoristas del 19...por cierto, en cuanto a lo de la casa...en no se que blog salian multiples referencias anteriores a 13rue...Saúdos meu.