16 febrero 2012

Diario de un fantasma


Soy dibujante, y lo digo no como el que entrega su currículum o responde a una incómoda pregunta sobre a qué dedica su vida. Lo digo como una máxima vital, como una expresión fundamental de todo lo que soy.
Se puede ser ilustrador, pintor, humorista gráfico, animador, caricaturista, dibujar cómics o story boards, pero todo eso son formas de ganarse las lentejas y pagar el alquiler. Por encima de todo ello está el hecho de dibujar, de hacerlo de forma compulsiva, institiva, vital.
Soy dibujante porque mi vida gira en torno al dibujo, porque es así como me expreso, casi como pienso. Ha sido así durante toda mi vida pero no he sido plenamente consciente hasta que he comenzado de rodearme de otros dibujantes y es por ello por lo que he reflexionado mucho últimamente sobre la cuestión y seguramente por estas continuas reflexiones he disfrutado tanto con la lectura de Diario de un fantasma.
No conocía al autor, Nicolas de Crécy, y empecé su lectura porque encontré el libro en una biblioteca en un gozoso instante en que me llamó la atención su título.
El protagonista del libro es un personaje en proceso de creación, un borrón informe pero que puede adaptar cualquier forma, como una versión adulta de barbapapá, una idea en la mente de algún creador desconocido y que viaja a japón acompañado de su representante. El personajequ cuenta lo que le ocurre en ese viaje, habla de la gente a la que conoce y de lo que estos le cuentan.
Pero bajo esa historia metafórica hay un relato magistral sobre el acto creativo del dibujo, sobre la creación de personajes, sobre el hecho mágico de dibujar y de en qué se convierte cuando hay que hacerlo para cumplir con un encargo.
Para los que llevamos siempre con nosotros un cuaderno de dibujo resulta especialmente inspiradora la segunda parte, la que corresponde al relato de un pasajero de avión que habla de un encargo de dibujo para una famosa revista.
No hay ua página donde no me sienta reconocido, donde no sienta que comparto con el autor el amor por el dibujo pero también el sufrimiento que produce, donde no desee que no se acabe en mucho tiempo el libro.
Nicolás de Crecy habla de todo esto sin mencionarlo, como fondo de una historia simpática con un final abierto (Muy común en sus historias según estoy ahora descubriendo)
Recomiendo este libro a dibujantes y a los que no han cogido un lápiz en su vida, cada uno hará una lectura diferente pero siempre gratificante.


Nicolás de Crecy
Editorial Ponent Mon

02 febrero 2012

Cuadernos de dibujo

Siempre he dibujado en lo que he tenido a mano, en folios sueltos, en los cuadernos escolares, en los pupitres y en otras superficies difíciles de guardar, con lo que mis dibujos acababan desperdigados cuando no destruidos con facilidad.
Decidí hace tiempo usar cuadernos que yo mismo fabricaba para imponerme una disciplina aunque no acababa de conseguirlo hasta que llegué a Madrid.Desde entonces el cuaderno de dibujo es un compañero continuo, lo llevo conmigo donde vaya pues en cualquier lugar puede sur
gir la ocasión para un dibujo, ya sea directamente desde mi imaginación o copiando cualquier cosa que tenga frente a mí. He aprendido que cualquier objeto o cualquier persona pueden acabar siendo un buen dibujo.
Dibujo en el metro, en los bares, en la calle, donde puedo y donde quiero, y todo eso queda registrado en mis cuadernos de dibujo que ya tienen reservado un lugar en mi librería, junto a algunos de mis libros más preciados.